El eje Cambio climático se enfrenta a un desafío temático en varios aspectos: en cuanto al factor tiempo, hay que distinguir entre la fase de variabilidad climática natural y la fase de cambio climático antropogénico a lo largo de las épocas propuestas en nuestro proyecto. En segundo lugar, nos enfrentamos a la cuestión de cómo el "clima" y el "cambio climático" - o la variabilidad del clima - se manifiestan para las sociedades locales de diferentes regiones de América Latina. ¿Cómo se percibió y cómo cambió la comprensión de estos procesos durante el largo periodo de tiempo que cubrimos en este volumen? A nivel conceptual, estas cuestiones incluyen una perspectiva dialéctica de la relación hombre-naturaleza: Por un lado, el clima y los extremos climáticos aparecen como factores condicionantes de las sociedades (precoloniales, coloniales y poscoloniales); por otro lado, a través de diversas prácticas culturales y procesos históricos, vemos a los humanos como transformadores del clima. Estas prácticas y procesos incluyen en particular las transformaciones agropecuarias (cambios en el uso del suelo), el extractivismo, la evolución del uso de energía y la urbanización.
Lo anterior requiere una historización del concepto de clima que vinculará nuestra división temporal del "protoantropoceno" y el antropoceno con la fase de variabilidad climática natural, que fijamos aproximadamente a lo largo del "protoantropoceno", y la fase de cambio climático antropogénico, que, para las Américas, empezamos a enfocar con la "Gran Aceleración" a partir de 1950. Observar el clima y los cambios climáticos durante el "protoantropoceno" significa, por tanto, en una primera instancia, explorar cómo las sociedades latinoamericanas han interactuado y se han adaptado a entornos específicos y cómo las sociedades coloniales, a menudo fracturadas, pudieron reaccionar ante los frecuentes extremos climáticos que amenazaban los medios de vida y los regímenes alimentarios coloniales (por ejemplo, Arrioja Díaz Viruell 2016, 2019; Mora 2019; Rohland y García Acosta 2020). ¿Cómo dieron sentido a las sequías, huracanes e inundaciones de larga duración, a menudo influidas por el fenómeno de El Niño Oscilación del Sur (ENSO) (Grove y Adamson 2018)? ¿Aprendieron a hacer frente a las amenazas climáticas recurrentes, y si es así, cómo?
Y finalmente, ¿Cómo lidiaron estas sociedades con las anomalías climáticas generadas por fenómenos globales como la Pequeña Edad del Hielo, que, como se ha estudiado para el caso mexicano generaron transiciones agrarias, inundaciones, sequías prolongadas, epidemias, epizootias y crisis agrarias recurrentes que desestabilizaron la salud humana y estimularon altas tasas de mortalidad (Skopyk y Melville 2018)?. En el volumen “Cambio Climático”, entrelazamos la Pequeña Edad de Hielo en la estructura epocal del proyecto como una época climática-histórica relevante. Desde el punto de vista de la periodización mencionada al principio, la Pequeña Edad de Hielo pertenece a la fase de variabilidad climática natural y, desde el punto de vista de nuestro proyecto, a la fase del Protoantropoceno. Va cogido de la mano el desafío de observar estos procesos socioambientales en la escala temporal con lo de la escala espacial, del cambio de visión entre lo local y lo global, incluso planetario.
América Latina es una región particularmente interesante (y vulnerable) con respecto a los cambios climáticos en el tiempo histórico, los imaginarios coloniales de "ingeniería climática temprana" (early climate engineering) y también con respecto al cambio climático antropogénico desde la "Gran Aceleración."
El (Circun-) Caribe ha estado especialmente expuesto a extremos climáticos como huracanes, sequías y lluvias extremas, pero también a extremos geológicos como las erupciones volcánicas. Tras la colonización europea y el inicio del comercio transatlántico de esclavos, las industrias extractivas de las plantaciones, que explotaban la mano de obra de un gran número de africanos esclavizados, dieron lugar a sociedades muy estratificadas y socialmente vulnerables en este entorno geográficamente vulnerable de pequeñas islas. En segundo lugar, estos ecosistemas de islas pequeñas eran extremadamente sensibles a las perturbaciones, como la deforestación a gran escala que los colonizadores llevaron a cabo para crear plantaciones de azúcar. En este contexto, los colonos europeos hicieron las primeras observaciones sobre la degradación del medio ambiente y el cambio de las condiciones climáticas, que relacionaron con la deforestación (Grove 1996). En tercer lugar, con el legado histórico del colonialismo, la esclavitud y las economías que a menudo fueron mantenidas en un estado de dependencia por las potencias europeas incluso después de la independencia política, junto con el cambio climático antropogénico, estos pequeños estados insulares siguen siendo vulnerables (Rhiney 2015; Barker et al. 2016; Thomas et al. 2020). Sin embargo, están surgiendo soluciones regionales creativas a la crisis climática, sobre todo en forma de programas de seguros contra catástrofes estructurados de forma específica e innovadora (Bohle 2019).
se agregará próximamente