CALAS

Estamos frente a un escenario de oportunidades para entrecruzar las agendas indígenas y feministas

Las condiciones históricas cambian y las luchas feministas continúan, los complejos procesos de la politización feminista e indígena han sido capaces de responder a las necesidades, desafíos y crisis en la región. A través de «La politización feminista e indígena en Abya Yala. Encrucijadas y discontinuidades», Andrea Gigena, Doctora en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires) e Investigadora del CCONFINES/UNVM, trajo como fellow de la sede Andes en Quito al CALAS su tema de investigación para abordar las discusiones en torno al sujeto del feminismo. Hablamos con ella de su libro que se acaba de publicar en impreso y en versión digital abierta.

¿Cuál fue tu propósito o motivo principal para escribir «La politización feminista e indígena en Abya Yala»?

Andrea Gigena: El propósito inicial fue focalizarme en la gestión institucional del entrecruce género y etnia en dos países que para mí eran y siguen siendo absolutamente ejemplares en estos temas: Bolivia y Ecuador.

Cuando presenté el proyecto todavía no había sucedido ni el paro de octubre del 2019 en Ecuador ni el golpe de estado de noviembre del 2019 en Bolivia. Por entonces, mi sensación era que ahí había un nudo interesante para mirar lo étnico, vinculado con las cuestiones de género y feminismos que luego, evidentemente, nos estallarían. Ese era el objetivo inicial, tratar de explicar esas crisis que se habían estado gestando, un gran malestar político y social entre algunos grupos, como mujeres e indígenas, frente a ciclos políticos que se presentaban como aliados, aunque, en algunos puntos, claramente no lo fueron. Porque los gobiernos progresistas generaron muchísimas condiciones para superar las desigualdades sociales, pero en el 2019 quedaría en evidencia que no había alianzas claras ni proyectos políticos comunes. Sin embargo, por la pandemia, este proyecto no pudo desarrollarse. En su lugar, entonces, me concentré en analizar las dinámicas históricas de la politización de mujeres indígenas y feministas que, a diferencia de lo que había ocurrido en la relación con los gobiernos, sí habían generado condiciones para imaginar alianzas y proyectos políticos comunes entre ellas, no exentos de conflictos, claro. Con esto, además, intentaba darle sentido a un malestar teórico que yo tenía frente a las nuevas generaciones de feministas: el olvido o el silenciamiento de una genealogía de pensamientos de mujeres e indígenas en Abya Yala.

 

¿Cómo describes el papel de las mujeres indígenas en el feminismo de América Latina? ¿Cuáles son sus mayores desafíos?

AG: Lo que sabemos hasta ahora es que, durante el segundo ciclo del feminismo de Abya Yala (latinoamericano y caribeño), que coincide con la primera gran articulación regional de mujeres indígenas, estas no encontraban interlocutoras ni la posibilidad de pensar que había con el feminismo un proyecto político común. Hubo algunas instancias de intercambio, pero no había propuestas u horizontes claros de articulación. Se pensaban como proyectos políticos y epistémicos con intereses muy distintos. Eso tiene un gran cambio en el transcurso de tres o cuatro décadas, dependiendo el país, que es lo que estamos viviendo actualmente: un escenario de articulación, instancias de diálogo y de identificación de algunos temas de agenda que permiten pensar, no sé si en un proyecto ético y político común, pero sí en un amplio repertorio de acciones guiada por intereses comunes.

Como en general no se mira históricamente este proceso, las reflexiones actuales tienden a focalizarse o enfatizar la confrontación o disputa entre indígenas y feministas. Y lo que yo quise plantear es que, si miramos este proceso en una perspectiva de larga duración, podemos percibir que estamos ante un escenario de oportunidades de encuentros que no hemos tenido en ningún ciclo de movilización y luchas anteriores. Esto es muchísimo, aunque todavía haya conflictos entre unas y otras.

 

¿Han cambiado las agendas feministas?

AG: No sé si los temas de agenda cambiaron. La violencia contra las mujeres ha sido siempre un tema de agenda, desde el segundo ciclo para las mujeres feministas y desde siempre para las mujeres indígenas. La violencia sobre los cuerpos, la violencia sobre los territorios, la violencia política, esto es histórico y estructural en Abya Yala. La autonomía también es un “viejo” tema, la ampliación de derechos, el cambio de las estructuras sociales, las desigualdades que padecemos las mujeres y los pueblos indígenas en general, la exclusión de los espacios de participación, la demanda por el reconocimiento de la voz epistémica, teórica y política de mujeres y de indígenas, eso no cambió. Entonces, si pensamos a partir de una perspectiva de más larga duración, los temas no cambiaron. Lo que sí creo que cambió son los modos en que se logran convertir en temas públicos y de relevancia para amplias mayorías. Lo que ha cambiado, entonces, son los modos de construir la agenda política. Esto es importantísimo, porque es lo que ha permitido que esta politización sea masiva y que sea evidente pensar en horizontes de articulación entre feministas e indígenas, porque cambió el modo de construir esa agenda, con más diálogo, más recepción a la interpelación de la Otra y más reconocimiento de la diferencia y la desigualdad (neo)colonial.

 

Tú hablas de la necesidad de hacer un proyecto universal del feminismo, ¿Cómo podríamos llegar a ello?

AG: Yo creo que el feminismo de Abya Yala (latinoamericano y caribeño) siempre ha tenido la vocación, en cualquier momento histórico, de generar un proyecto universal. Cuando digo universal lo contrapongo a un proyecto sectorial para que cambien las condiciones de las mujeres, actualmente pensadas en su heterogeneidad histórica. Cuando digo universal refiero a un proyecto de todas(es), para las mujeres, los varones, las disidencias sexo-genéricas, las otras especies, el cuidado del planeta, etc. No sé qué se tenga que hacer desde el feminismo para que esto se concrete, pero lo que creo es que estamos transitando por las condiciones históricas que nos permiten pensar la posibilidad, finalmente, de un proyecto universal; y que eso tiene que ver con lo que he planteado en el ensayo sobre la desestabilización de la noción del sujeto del feminismo. Y pienso que lo universal remite a un proyecto ético político pensado desde nuestras heterogeneidades y para todas(os)(es) y que se sostiene en la idea de una vida libre de violencias generadas por una articulación singular en donde el patriarcado es un determinante central. Porque, sin dudas el patriarcado no es el único modo de opresión, pero ya no se puede pensar, por ejemplo, el capitalismo sin la dominación patriarcal, no se pueden pensar las relaciones en términos de clase, etnia, edad, etc. sin pensar cómo eso está atravesado por un sistema patriarcal que pocas veces ha sido cuestionado de manera tan contundente como ahora.

Yo no sé decir cómo deben ser las cosas para el feminismo de Abya Yala, porque lo mío es más bien el análisis genealógico e histórico antes que la prospectiva política, pero sí estoy segura que el deseo de un proyecto universal hoy encuentra las condiciones para imaginarlo y discutirlo.

 

Hoy se están manifestando feministas en todo el mundo, pero especialmente en América Latina las movilizaciones del 8M han aumentado mucho en los últimos años. Lo que llamas en tu libro “feminismo insurgente”, ¿Qué esperas de este día?

AG: Yo espero este 8M con muchísima expectativa, porque tengo la percepción de que ha sido terrible lo que nos ha pasado a partir de la pandemia, con un ciclo de movilización muy potente, muy en las calles, muy activo, con mucha promesa de transformación que fue interrumpido por una pandemia que nos encierra, por la canalización institucional de algunas de nuestras demandas y frente a una reacción conservadora significativa. Estamos, entonces, ante un proceso de reinserción a la vida post pandémica en un continente tremendamente afectado por situaciones de desigualdad y en algunos países por ciclos inflacionarios descontrolados. El deterioro de la vida ha sido tremendo, el impacto ha sido demasiado fuerte y las agendas y las energías de movilización se han ido corriendo porque las prioridades se volvieron otras. Y no he mencionado aquí una cosa que sabemos y hemos escuchado, cómo aumentaron los niveles de violencia y la agudización del feminicidio durante la pandemia. El efecto y el reordenamiento vital pospandémico, en medio de una crisis global que incluye la reacción conservadora, la agudización de la presión neoextractivista y las crisis económicas, incluso como rebote por la invasión a Ucrania, es desestabilizante para un proyecto de movilización y demandas que venía siendo muy fuerte. Entonces, yo miro con mucho ojo y expectativas este 8M ¿qué vamos a proponer(nos) para sostener la insurgencia?

Texto: Valeria Aguirre Pedroza

Fecha: 
Miércoles, Marzo 8, 2023
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