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Anacronismo, una tendencia riesgosa para interpretar la historia

A través de la historia, la violencia ha sido una constante en las sociedades humanas; siempre se ha manifestado, pero con el tiempo ha cambiado. Actualmente, una de las posturas que ha tomado fuerza en el mundo occidental, de acuerdo con el historiador uruguayo Aldo Marchesi, ha sido el anacronismo controlado, que inhabilita pensar el problema del cambio social en la forma en que fue concebido en el periodo histórico. 

Marchesi estuvo como invitado al I seminario internacional de "Historia y memoria de la violencia y los conflictos en América Latina" para dictar una conferencia sobre el tema "La violencia revolucionaria entre el autoritarismo y la emancipación". El también docente de la Universidad de la República de Uruguay señaló que desde la década del 90 cambió la forma de pensar la relación entre violencia y política, y esto ha traído consigo problemas para entender lo ocurrido en el mundo de los 60 y 70, especialmente en Latinoamérica. 

Esta situación tiene su origen en la Guerra Fría y la doctrina de la seguridad nacional. Las hipótesis de guerra en gran parte de los países de América es que estaban viviendo una amenaza externa, de un enemigo que estaba asociado con la idea de comunismo, subversión y que esa amenaza debía ser respondida con una mayor participación de las fuerzas armadas en la política interna, con el desarrollo de métodos contrainsurgentes y la participación política. Desde esta mirada, lo nacional es aquello que se vincula a los órdenes conservadores tradicionales. Esto, en el conosur, justificó el ciclo de dictaduras.

Desde la otra perspectiva, la izquierda latinoamericana de la década del 60 observaba el camino del cambio desde la violencia revolucionaria. Se justificaba en términos preventivos, pues se pensaba —con razón, anotó el conferencista— que incluso en los lugares donde hay espacio para desarrollar reformas sociales, rápidamente van a ser contenidas y destruidas por el papel crecientemente reaccionario que estaba asumiendo Estados Unidos en la política exterior latinoamericana. La idea de sacrificio revolucionario se sustentaba en el pensamiento que había que era un tiempo duro para crear un tiempo mejor.

Las fuerzas alternativas en Latinoamérica también concebían la cuestión desde el nacionalismo, pues se identifican con cierta identidad latinoamericana de los sectores populares y que ve lo antinacional en los sectores de élite que están asociados al imperialismo norteamericano.

 

“La política se piensa en términos bélicos y está presente en todos los actores del periodo. Está naturalizada y pensada como parte del repertorio de acción colectiva”, explicó Marchesi. Es decir, había un marco para ejercer la violencia, que no era un fenómeno irracional y de la que participaban intelectuales y miembros de la élite al igual que soldados o guerrilleros.

A partir de los 80 esta narrativa comienza a cambiar, especialmente en el cono sur, donde la sociedad sufre procesos autoritarios extremadamente radicales en sus prácticas violentas estatales con las dictaduras en Chile, Uruguay y Argentina. El conferencista manifestó que una de las transformaciones radicales es que el problema de la violencia revolucionaria prácticamente va desapareciendo y, en ese sentido, el “terrorismo de Estado” fue eficaz —pero con costos éticos y sociales— en perseguir y destruir estas expresiones de protesta violenta.

Al mismo tiempo, se consolida la democracia liberal como régimen de política indiscutible y varios países salen de las profundas crisis democráticas en las que estaban sumidos. El invitado aclaró que las dictaduras no son un fenómeno de militares fanatizados, sino que tenían un apoyo social importante; había un consenso autoritario —incluso en sectores populares— que veían a los regímenes autoritarios como una posible salida de la crisis.

Hacia los 90, el enfoque de derechos humanos se ha transformado en el modelo emancipatorio utópico. Aun cuando los DDHH son relativamente ambiguos, ya que tiene significados particulares en cada país y región del mundo, tienen un elemento fuertemente condenatorio de la violencia. 

Desde entonces se ha instalado el anacronismo controlado. Una de las situaciones que genera es que las representaciones de violencia se quedan únicamente en expresiones del mal absoluto. “Es uno de los problemas que hemos tenido, que se piensa que todo aquel que desarrolló una práctica violenta es un ser malvado, pero en realidad hay historias políticas y sociales que explican las violencias estatales”, dijo. 

Por Leonardo Carvajalino, Universidad del Norte, Colombia

 

Véase tambien: https://www.instituto-capaz.org/en/entre-la-liberacion-y-el-autoritarism...

Fecha: 
Miércoles, Septiembre 9, 2020