América Latina y el Caribe en el siglo XXI son sociedades predominantemente urbanas, con cerca del 80% de su población viviendo en ciudades. Sin embargo, este fenómeno trasciende lo demográfico, expresando una cultura del "habitar" la ciudad, que engloba prácticas, narrativas e interacciones cotidianas. Este "habitar" se conecta con redes globales donde las decisiones políticas, económicas y ambientales tienen impactos significativos, configurando las ciudades como nodos de un entramado ecológico y social que supera las fronteras nacionales. Bajo las lógicas del capital, esta expansión urbana genera contradicciones sistémicas, exacerbando crisis sociales y ambientales. Por ello, comprender los espacios urbanos implica analizar las relaciones de poder que los moldean y su vinculación con los modos de producción.
El principal desafío es gestionar la expansión urbana dentro de un contexto multiescalar, considerando su impacto local, nacional y global. Esto se manifiesta en cuatro procesos clave. Primero, el metabolismo urbano, relacionado con la captura de recursos y energía necesarios para sostener los sistemas productivos y de consumo. Este proceso revela una interdependencia entre lo urbano y lo rural, planteando preguntas sobre quién controla los recursos y cómo se organizan estas dinámicas. Segundo, las transformaciones urbanas en términos de límites, diseño y función de las ciudades, muchas veces subordinadas a la especulación del suelo, donde las necesidades sociales son relegadas por las lógicas del mercado. Esto demanda un rediseño urbano desde una perspectiva sostenible. Tercero, la desigualdad urbana, marcada por el acceso limitado a recursos como agua, aire y suelo, así como a servicios básicos. Estas desigualdades perpetúan la exclusión y limitan el bienestar de grandes sectores de la población, lo que requiere estrategias para una distribución más equitativa. Finalmente, las disputas por los espacios urbanos, que reflejan tensiones entre los modos de producción dominantes y las demandas de los habitantes. Estas disputas generan conflictos en torno a la expropiación y segregación de recursos, impulsando respuestas de resistencia, organización y participación política.
Un eje transversal a estos procesos es la gobernabilidad urbana, entendida como la expresión de las relaciones de poder entre diferentes grupos sociales, clases y actores. La gestión de las ciudades refleja tanto dinámicas de imposición como formas de resistencia, influyendo en cómo se distribuyen los recursos y el poder. En este contexto, las ciudades son espacios clave para la transformación socioecológica, ya que actúan como nodos donde convergen patrones de producción y consumo. Sin embargo, transformar estas dinámicas exige revisar las relaciones urbano-rurales y reconfigurar las estructuras político-económicas que las sustentan.
Para abordar estos desafíos, se propone una plataforma de diálogo inclusiva, que reúna a expertos y actores sociales, con el fin de analizar las problemáticas desde una perspectiva relacional, integrando factores estructurales y subjetividades. Este espacio busca no solo diagnosticar las condiciones actuales, sino también visibilizar las formas en que los actores perciben, resisten y transforman estas dinámicas. Así, América Latina y el Caribe tienen la oportunidad de articular modelos urbanos sostenibles, que integren justicia social y equidad con la sostenibilidad ambiental, enfrentando las contradicciones del modelo actual.