En las últimas dos décadas, las disputas y conflictos relacionados con el pasado dictatorial, han dado pie en Brasil al pensamiento sobre la memoria salvadora. Surge así el cuestionamiento de hasta qué punto esta memoria del pasado dictatorial es culpable de las amenazas a la democracia brasileña en el presente. La investigadora de la Cátedra CALAS del Instituto de Estudios Transdisciplinarios Avanzados (IEAT), Brasil, Ana Paula Brito nos da cuenta de ello en su proyecto de investigación.
Ana Paula, podrías compartirnos ¿cómo surge tu proyecto dentro de la Cátedra CALAS- IEAT en Brasil?
Ana Paula Brito: Actualmente, coordino la Red Brasileña de Investigadores de Sitios de Memoria y Conciencia (RESLAC) que une a investigadores de sitios de memoria, pero también de la academia para abordar el trabajo de la memoria, la defensa de los derechos humanos y la democracia a partir de memorias traumáticas, de violencias, de genocidios, de torturas, de desastres. Me enteré del proyecto de Cátedra CALAS sobre la democracia en América Latina y me pareció que era un espacio para trabajar lo que siempre me ha interesado: la progresión de la democracia, los avances y retrocesos de la misma.
Podrías contarnos¿de qué trata tu proyecto de investigación?
AP: Mi investigación analiza la memoria para el «nunca más», también lo llamo «memoria salvadora». En Brasil muchos investigadores han trabajado con ello (aunque no sólo en Brasil), el concepto de la memoria para preservarla y no volver a incurrir en crímenes de lesa humanidad, violencias o ataques a la democracia. En mi trabajo, la concepción de memoria no puede tener este peso, es decir, solo preservar la memoria no puede garantizar que nuevos crímenes de lesa humanidad y ataques a la democracia no vuelvan a ocurrir.
Por ejemplo, en Brasil, desde el fin de la década de los noventa hemos tenido muchísimos avances en términos de políticas públicas de memoria sobre la dictadura de 1964 hasta 1985. Tuvimos tres comisiones de la verdad: 1) la Comisión Especial de Muertos y Desaparecidos Políticos; 2) la Comisión de Amnistía y; 3) la Comisión Nacional de la Verdad. También comisiones de verdad en sindicatos, universidades, municipios, provincias, financiamiento de películas, documentales, libros, obras de teatro, creación de sitios de memoria y conciencia. Fue muchísima la inversión de poder público para preservar esta memoria en las últimas décadas, sin contar los últimos cuatro años que estuvimos al revés, una disputa por la memoria sobre que no fue una dictadura, sino una revolución militar, perspectiva del presidente Jair Bolsonaro que es un negacionista de la dictadura. Los investigadores siempre han trabajado con el tema de la memoria, como si ella pudiera garantizar que no pasarán otra vez los intentos de golpe de Estado. Pero, lo que todo el mundo vio el 8 de enero de 2023, fueron varios terroristas invadiendo los predios de los tres poderes de Brasil, pidiendo una intervención militar y atentando contra la democracia. Pese a que hemos avanzado tanto con políticas públicas -que yo nombro como políticas públicas de gobiernos progresistas, no como políticas públicas de Estado-, hemos tenido varios civiles brasileños en las calles pidiendo intervención militar.
Después de introducirnos en este contexto, nos contarías ¿cuál es el sentido que tiene la memoria dentro de tu proyecto?
AP: A mí me parece siempre importante, no solo en las investigaciones académicas, también los museos memoriales, sitios de memoria y conciencia que trabajan con temas de violencias y pasados traumáticos, que al final siempre tenga una memoria de activación. Es cierto que la memoria no puede garantizar el nunca más, pero es un instrumento muy fuerte para así activar continuamente la memoria en el presente, es algo que siempre se disputa en el presente, es un instrumento muy poderoso para activar conciencia. Yo manejo en la investigación que pese a que la memoria no puede garantizar el nunca más, sí puede ser un instrumento para esperanzarse y hago referencia a un pedagogo brasileño, Paulo Freire, que llama la atención en que tenemos que tener esperanza, pero no esperanza de esperar, sino esperanza de accionar.
¿Cómo dirías que se disputa la memoria dentro de este contexto conflictivo que ha tenido Brasil en las últimas dos décadas?
AP: La memoria está siempre en disputa porque siempre está hecha en el presente, en este sentido ella es utilizada muy fuertemente en la política, sobre todo en los discursos políticos. En las últimas décadas, que hemos pasado por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, los dos gobiernos de Lula da Silva y un gobierno y medio de Dilma Rousseff, quien sufrió un proceso de destitución y que, por cierto, fue la primera presidenta de Brasil, tuvimos muchísimos avances en términos de reconocer el periodo de 1964 a 1985 en Brasil como una dictadura, porque antes los libros didácticos lo nombraban como revolución militar o régimen militar. Luego vino el gobierno de Bolsonaro, que fue los últimos cuatro años, un gobierno de derecha, Bolsonaro era un militar, actuó durante la dictadura y él lo nombra como un régimen militar, incluso hace homenajes públicos a torturadores nombrados y reconocidos en Brasil como Carlos Alberto Ustra. Entonces, vemos muy clara ahí la importancia de cómo nombramos las cosas, es decir, toda la diferencia que hace al nombrar este periodo específico en la historia de Brasil de dictadura o de revolución, cómo cambia y cómo esta memoria que es producida en el presente es reactualizada para las nuevas generaciones.
En este sentido, desde el papel de los actores sociales o grupos de la sociedad civil nos podrías mencionar ¿cuáles dirías que son las acciones que han llevado o llevan a cabo para reivindicar la memoria dentro de este contexto de disputa en Brasil?
Me viene a la mente una manifestación que hicieron un grupo de jóvenes a quienes nombro como la tercera generación de memoria, o sea, jóvenes que no tienen nada que ver con familiares de ex-presos, víctimas directas de la dictadura, pero reconocen que en Brasil hay herencias de la dictadura que todavía no ha sido enfrentadas pública y oficialmente. En 2014, un grupo que se llama Levante Popular de la Juventud, sale a las calles el mismo día en todo el país y se posicionan en frente de la casa de médicos que actuaron durante las torturas de la dictadura y hacen lo que llamamos en portugués escrachos, por lo que los medios fueron obligados a hablar al respecto. Después, el gobierno hizo la norma para crear la Comisión de la Verdad, que fue establecida, gracias a esta acción por parte de los jóvenes.
Otra imagen muy fuerte son las manifestaciones durante la destitución de la presidenta Dilma, las señoras más grandes, la gente de derecha y de extrema derecha, sale a la calle con carteles pidiendo intervención militar y la destitución de Dilma con frases como: «Qué pena que no mataron a todos en el 64», «Fuera comunistas» y «Fuera PT», que es el Partido de los Trabajadores. Ahora que gana Lula, otra vez en Brasil, la gente, de diciembre hasta enero, ocupa el frente de los cuarteles, hacen un campamento mientras piden una intervención militar y logran varios atentados terroristas de diciembre hasta el 8 de enero, como acto final.
En el periodo del 64 hasta la actualidad, ¿consideras que ha habido cambios sobre las formas de expresión en las que se busca reivindicar la memoria?
AP: Yo percibo que no. La izquierda en Brasil pasó muchísimos años manifestándose, exigiendo mejores condiciones, bueno, sigue manifestándose por la reforma agraria, que todavía no tenemos en Brasil, además de mejores condiciones de habitación, saneamiento básico, la democratización del acceso a la educación y la cultura. Hay instrumentos que la izquierda fue manejando en estas reivindicaciones.
Por otra parte, en el tema de la democratización; los familiares de desaparecidos o presos políticos hicieron varias organizaciones, como pasa también en distintos países de América Latina. Diferentes terroristas del ataque a la democracia en Brasil el 8 de enero fueron detenidos en flagrante invadiendo los predios de los tres poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, en el Supremo Tribunal Federal, el Palacio de la República y la Cámara de Diputados. Los familiares de estas personas hicieron una organización de familiares de víctimas del 8 de enero y usaron los mismos instrumentos, es decir, una manifestación, crear museos, memoriales y monumentos. Es importante mencionar, también que estos instrumentos ya no son solo usados por quienes defienden los derechos humanos, también la gente de extrema derecha ha aprendido muy bien a cómo manejarlos.
Para finalizar, en tu proyecto mencionas que la memoria es un instrumento para fortalecer la democracia, ¿de qué manera cumple esta función?
AP: La memoria es peligrosa, la memoria es potente y la memoria es siempre un campo de disputas. Por su parte, el olvido pienso que no es un problema, tenemos que olvidar algunas cosas, no está mal olvidar, pero la manipulación del olvido a favor de regímenes autoritarios, de violencias, de crímenes de lesa humanidad, sí que está mal. En este sentido, tenemos que poner ojo en los procesos de memorialización que son usados de distintas maneras, por distintas personas y con intereses múltiples. Yo creo que la memoria tiene que ser usada como un hilo para conectar personas, para conectar tiempos, para conectar la voluntad por un futuro mejor. Me parece que eso es posible democratizando los accesos, accesos a la educación, a la dignidad humana, para que las personas tengan instrumentos adecuados y estén formadas con conciencia política de sus derechos. La memoria puede ayudar en esto, los museos, los memoriales, la academia, pero es importante hacer una conexión, y creo que la memoria está en el centro de esta conexión.
Foto: Marcelo Camargo, Acervo EBC, 2023.
Texto: Valeria Aguirre Pedroza