A propósito del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, circuló por redes una especie de experimento que nos enfrentaba, de un modo casi infantil y por ello efectivísimo, a los sesgos de género de nuestros propios imaginarios.
El ensayo, que funciona en inglés porque esa lengua está codificada sin las marcas de género del español nuestro, nos pedía: Imagine a CEO — para después interpelarnos con un: is it a man? Cambie CEO por scholar/ scientist/ researcher/ chair of department… ¿Imagina a una mujer?
Ver de frente a estas estructuras mentales que aún no deconstruimos puede resultar incómodo y justo por ello sintomático, no ya de la desigualdad de la mujer en cada ámbito de la vida social dentro de un sistema global patriarcal, sino del propio lugar que ocupa el debate, la reflexión sobre esa desigualdad en la esfera pública y también en la privada.
Dentro del campo académico, por ejemplo, no abundan las miradas introspectivas. La resistencia a nombrar el problema lo hace todavía más grave. Justo a partir del reconocimiento del acto de nombrar como un ejercicio de poder, CALAS ha invitado a un grupo de investigadoras a compartir sus ideas acerca de cuál es la situación de la mujer en la academia, en lo tocante a la brecha de género.
Las doctoras Sarah Corona Berkin, Mayarí Castillo, Valeria Manzano, Carmen Ibáñez y Rike Bolte nos hablan desde sus experiencias personales e investigativas que, insertas en contextos latinoamericanos distintos, coinciden en señalar las mismas dinámicas de exclusión que desestiman, de manera sistemática, las especificidades que condicionan a hombres y mujeres para la vida académica.
Los cinco testimonios atraviesan problemáticas que pueden agruparse en las siguientes categorías: la decisión de maternar, los sesgos en la financiación y la visibilidad, la percepción de la competencia, las evaluaciones docentes y el acceso a puestos directivos.
No espere ni apología ni catarsis, las investigadoras entrevistadas abogan aquí por más perspectivas femeninas del mundo.
En la primera entrega Sarah Corona Berkin, directora de CALAS, situa el problema de la exclusión en la academia desde la participación de la mujer en el flujo de investigación. Lo hace a partir de su propio trabajo investigativo «El aporte de las mujeres a la investigación crítica de la comunicación en América Latina», donde analiza seis revistas científicas del área de comunicación.
Dos ejes fundamentales transversalizan los testimonios que las fellows Mayarí Castillo y Carmen Ibáñez comparten para ilustrar sus percepciones sobre la desigualdad de la mujer en la academia: 1- la dificultad para desbaratar la noción de privilegio cuando esta viene disfrazada de mérito dentro de sistemas de evaluación ciegos a las particularidades de la condición de mujer y 2-la decisión de maternar.
Con ellas continúa este ejercicio de poder dirigido a nombrar, desde la experiencia personal, las brechas de género en las carreras de investigación. Luego, Valeria Manzano y Rique Bolte retoman el debate desde sus contextos académicos particulares en Argentina, Colombia y Alemania.
La exclusión de las mujeres en la investigación es una muestra del retraso histórico con el que cargamos. Las políticas de inclusión no bastan para eliminar un problema de naturaleza estructural, pero indican un paso en la dirección correcta. Paso que debe mantenerse bajo vigilancia constante porque está en disposición perenne de convertirse en una de esas tendencias subterráneas que difuminan la marginación hasta hacerla irreconocible. La propia Sarah Corona así nos advierte: “pensar que la invisibilidad de las mujeres en la exposición académica es un problema histórico de oportunidades, y que poco a poco alcanzarán la paridad, es un concepto ideológico que no permite ver que los aportes científicos no son sumas, ni son repeticiones de conceptos consagrados, ni acumulación de teorías, sino que depende del momento histórico y se construyen con los sujetos y sus relaciones”.